julio 31, 2008

Terceros vencidos

Llegó cansado del trabajo. Revoleó la corbata y se sorprendió de su destreza para acertar en el perchero. Bajó la cabeza y descubrió la sonrisa enorme de su hijo. ¿Es verdad que de chiquito querías ser payaso en un circo? Lo abordó con la mirada encendida. ¿No querés saber cómo vienen al mundo los bebés? Preguntó el padre, disimulando con aire cómico una repentina incomodidad. El niño lo observó, serio, y no dijo nada. Lanzó el saco y de nuevo otro acierto en el perchero. Después se quitó las medias, las olió y buscó con la mirada el cubo de ropa sucia. Hizo el gesto, pero ya no quiso tentar a su suerte.

julio 25, 2008

La foto

Tenía ochenta años cuando abrió la cajita de madera que le había regalado aquel señor de barba. El viejo de pantalones gastados sacaba fotos en la misma playa donde él lloraba su adolescencia, o quizá el primer desengaño amoroso, ya no recordaba. ¿Qué hay? Preguntó entre suspiros. Si quieres ser feliz no la abras nunca, contestó el viejo sonriendo. Entonces, frente a otro mar (un océano de olas mansas y resignadas), abrió la caja: vio la foto de su dolor temprano y casi más se muere de la risa.

julio 22, 2008

Acuario

Miró por la ventana: la ciudad plantada de edificios donde otros como él observan tras sus ventanas imaginando que alguien piensa en ellos. Luego limpió un poco la casa, revisó el nuevo proyecto del trabajo y escuchó música. Pensó en un viaje, en otro país, en el tiempo. Prendió la tele. Limpió la cocina. Apagó la tele. Salió de compras y volvió triste, ningún objeto lo hacía feliz. En la vereda de su edificio vio a un nene que jugaba a ser vendedor. Encendedores, un alicate y tres bolsitas con peces. Compró una bolsita y le agradeció al niño tratándolo como si fuera un hombre. En el ascensor observó a su pez. Te voy a poner Godofredo, le dijo. Estaba contento. Con esa misma dicha buscó el lugar adecuado para su nueva mascota. Al final, lo puso cerca de la ventana, sobre una cómoda y entre algunos portarretratos. Pegó su cara junto a la bolsa y siguió los movimientos de Godofredo. Se sentó en el sofá, recordó un viejo chiste. Preparó algo de comer. Comió apurado. Revisó los papeles de trabajo. Miró algunas páginas por internet. Vio una película aburrida. Prendió la tele. La apagó. Escuchó música. Entonces lo vio: un pequeño hilo de agua salía de la bolsita. Se precipitó, agarró la bolsa y el agujero se hizo más grande; corrió hasta la cocina y resbaló con el agua. Vio la bolsa volar por lo alto y a Godofredo salir despedido. A unos pocos metros observó con terror: su indefensa mascota intentaba respirar nuestro aire. Tenía que salvarlo, pero su pierna estaba atorada debajo de la cómoda. Extendió un brazo, Godofredo, exclamó, con la impotencia cargada en la tensa mano que daba manotazos al aire. Por suerte pudo liberarse y socorrerlo. Luego fue hasta la cocina y puso al pececito en un frasco con agua. Por poco, pensó, mientras colocaba el frasco sobre la cómoda. Después ordenó la biblioteca. Regó las plantas. Volvió a sentarse y hojeó el álbum de estampillas durante un buen rato. Soñó despierto con un viaje, con un nuevo trabajo. Observó a Godofredo. Pobre, pensó, encerrado en ese diminuto espacio… mañana te consigo una pecera para que seas más feliz, le dijo, y miró por la ventana.

julio 18, 2008

Absurdversivista

Los Hombres Viejos y Reales celebran la rotunda negación del neologismo. Rigurosos smokings están a punto de dar el paso inicial; se empiezan a escuchar los primeros compases del vals. Detrás de la pista, que tal vez brilla con demasiado esplendor, si alguien es capaz de observar bien, verá entre las cortinas la media sonrisa de un payaso que sostiene un cubo de aceite en su mano izquierda.

julio 17, 2008

Subverpayaso

Es de noche y el payaso entra con sigilo a la mansión. Mientras camina lamenta haber traído esos zapatones. Un salón descomunal, un hogar en el que bien puede dormir una persona y muchos cuadros. Arriba del hogar, orgulloso descansa el cuadro de la familia: el duque de Von Rocambouche deja laxa su mano autoritaria sobre el hombro de la condesa. Un gesto noble se compone entre el bigote prolijo y la mirada de cazador. Luego se acerca, trepa por el hogar y llega hasta la mismísima condesa. Sube un poco más y escruta el rostro enroquecido del duque. Oye ruidos a lo lejos. Entonces se apresura y le pinta una gran nariz roja. Rápido baja y observa el nuevo cuadro a cierta distancia. Ya en la calle, el payaso suspira de alivio, se pinta una nueva lágrima y sonríe.

julio 16, 2008

La posibilidad de ser un...

El payaso vio a la chica en la vereda de enfrente. Sacó del ojal la flor que tira agua y sonrió. Voy a cruzar, se dijo. Pero en ese momento pasó un desfile de carruajes, un circo itinerante, monos malabaristas arrojando navajas al cielo, tanques militares en busca del golpe perdido, jugadores de futbol lesionados, una maratón de terroristas, miles de políticos en calzoncillos y unas cuantas cucarachas rezagadas. Cuando por fin pudo ver, la chica se ruborizaba ante las dulces palabras de un robot. Soy un... ya no sé lo que soy, pensó, y sin querer apretó la flor y un chorro de agua le arruinó el maquillaje.

julio 11, 2008

Tiempos cruentos

Terminó de hacer el nudo de la corbata, le dio un beso a su esposa y salió. Antes de subir al coche miró hacia su casa: desde la ventana, su mujer saludaba y sonreía. Suspiró, la oportunidad tanto tiempo buscada era ya una certeza en la sonrisa de su esposa. Condujo lento, pensaba en el futuro con emoción: ahora sí, se dijo, ahora sí que se puede. En la oficina, su jefe lo felicitó por el ascenso, él respondió con una amplia sonrisa. Más tarde le comunicó la primera función. Los números del mes no cuadraban y debía despedir a un grupo abultado de personas. Pensó que era una broma, el jefe se puso serio y no hizo falta aclarar nada. Uno a uno los fue llamando y caminaron por el pasillo observados por los demás trabajadores. El verdugo se alejaba con los condenados hacia el patíbulo. Entraron en la sala en la que un día atrás le habían comunicado el ascenso. Cerró la puerta, y se quedó un segundo de espaldas a sus compañeros. Se dio la vuelta y los observó.
Cuando llegó a su casa, la esposa abrió la puerta de repente y lo abrazó. Algo no cuadraba, había cierto brillo en los ojos de su esposo, una alegría extraña que se contradecía con la ausencia de la corbata en la camisa.

julio 10, 2008

Protopatéticus II

Estimado Pobretipo 1558:
Mi nombre es Etelvina, soy caribeña y me gusta mucho la salsa, cuatro quesos. Estoy loca por su propuesta. Soy morena, alta y multiorgásmica. Si le interesa, mi tarifa es de…
El robot termina de leer y lanza un inocente suspiro. Es tan lindo ser un humano, piensa.

Protopatéticus

Robot Pobretipo 1558, modelo avanzado, a estrenar, busca el amor de su vida para compartir puestas de soles, miserias y felicidades, paseos en barco, besos de tornillo, viajes a la luna, cruceros por la cocina y el comedor, bailes sobre patines, cabalgatas de elefantes y más. Soy alto, un poco gris, cabeza dura y me han otorgado el don de la paciencia; tengo toda una eternidad. Interesadas comunicarse al…

julio 09, 2008

Corto-circuito

-No te des manija, ya solucionaremos el tema del amor –dice el científico–, por lo pronto te lo puedo explicar: el amor es algo grandioso, algo… no sé, algo que se debe sentir. Mirá, casualmente conocí a una chica Fascinante y empezamos una hermosa relación, siento que con ella podría pasarme toda una vida de felici…
-¿Estás enamorado? –interrumpe el robot.
-Y… sí –responde el científico, y automáticamente se activa una cuenta regresiva en el cerebro del androide: Aviso de alarma, un año y ocho meses, aviso de alarma un año y ocho meses, aviso de alarma un año y…

julio 08, 2008

La Pesadilla

Trabajaba doce horas sin parar. Salía del trabajo y pasaba a recoger a los niños. Luego entraba en el banco, hacía una cola de kilómetros. Más tarde conducía por una avenida atestada de coches mientras los niños le gritaban al oído. Llegaba a casa, discutía con su esposa. Comían apurados para ver un programa de tv. Volvían a discutir. Ya en la cama se reconciliaban. Su mujer quería sexo y él dudaba. Con terror se daba cuenta que no tenía pene. Se despertó de un grito y ya el científico estaba a su lado, tranquilo, tranquilo, le decía, mientras acariciaba el áspero y frío metal de su cabeza.

julio 04, 2008

Anónimos

El primero habla pausado, reconoce que ha vuelto a beber. El segundo, tras sus prominentes gafas, llora lágrimas de alcohol. La tercera, recatada y observadora, traga saliva y confiesa: bebo cuando los niños están en el cole. El cuarto, de inconmensurable pansa, se escamotea detrás de una risita nerviosa hasta que no puede más, cree que nunca podrá dejar el alcohol. Él observa ávido, espera su turno; si tuviera uñas, lo sabe, se las comería.
-¿Y? ¿Cómo fue? –dice el científico.
-Nada, che –responde el robot, cabizbajo–, no pude fingir, ya no sé cómo encajar en esta sociedad.

julio 03, 2008

Pobretipo

En la antesala de la audiencia en ginebra, el robot espera ansioso. Dentro, el científico expone: posee sentimientos contradictorios, tiene nervios, es capaz de aburrirse, puede discernir entre el bien y el mal según se lo programe, está preparado para trabajar sin descanso más de diez horas. El robot ve abrirse la puerta y mira esperanzado a su inventor. “No te necesitan”, dice el científico, y el robot no puede reprimir un hondo suspiro.