julio 22, 2008

Acuario

Miró por la ventana: la ciudad plantada de edificios donde otros como él observan tras sus ventanas imaginando que alguien piensa en ellos. Luego limpió un poco la casa, revisó el nuevo proyecto del trabajo y escuchó música. Pensó en un viaje, en otro país, en el tiempo. Prendió la tele. Limpió la cocina. Apagó la tele. Salió de compras y volvió triste, ningún objeto lo hacía feliz. En la vereda de su edificio vio a un nene que jugaba a ser vendedor. Encendedores, un alicate y tres bolsitas con peces. Compró una bolsita y le agradeció al niño tratándolo como si fuera un hombre. En el ascensor observó a su pez. Te voy a poner Godofredo, le dijo. Estaba contento. Con esa misma dicha buscó el lugar adecuado para su nueva mascota. Al final, lo puso cerca de la ventana, sobre una cómoda y entre algunos portarretratos. Pegó su cara junto a la bolsa y siguió los movimientos de Godofredo. Se sentó en el sofá, recordó un viejo chiste. Preparó algo de comer. Comió apurado. Revisó los papeles de trabajo. Miró algunas páginas por internet. Vio una película aburrida. Prendió la tele. La apagó. Escuchó música. Entonces lo vio: un pequeño hilo de agua salía de la bolsita. Se precipitó, agarró la bolsa y el agujero se hizo más grande; corrió hasta la cocina y resbaló con el agua. Vio la bolsa volar por lo alto y a Godofredo salir despedido. A unos pocos metros observó con terror: su indefensa mascota intentaba respirar nuestro aire. Tenía que salvarlo, pero su pierna estaba atorada debajo de la cómoda. Extendió un brazo, Godofredo, exclamó, con la impotencia cargada en la tensa mano que daba manotazos al aire. Por suerte pudo liberarse y socorrerlo. Luego fue hasta la cocina y puso al pececito en un frasco con agua. Por poco, pensó, mientras colocaba el frasco sobre la cómoda. Después ordenó la biblioteca. Regó las plantas. Volvió a sentarse y hojeó el álbum de estampillas durante un buen rato. Soñó despierto con un viaje, con un nuevo trabajo. Observó a Godofredo. Pobre, pensó, encerrado en ese diminuto espacio… mañana te consigo una pecera para que seas más feliz, le dijo, y miró por la ventana.

6 comentarios:

La Morsa a la Deriva dijo...

De las mejores cosas que he leído tuyas, Z. Muy bueno, pero muy bueno en serio.
Aplausos!!

V a l e n t r i n i t y dijo...

hermoso, luminoso, colorido y triste como un pecesillo de acuario.
beso de pez

Natalie Sève dijo...

Bello relato, tejido con puras sutilezas...
Para mí también fue un gusto conocerlos a ustedes, la música, lo escrito y todo lo que venga.
Un abrazo!
Natalie.

malditas musas dijo...

Una puesta en abismo de peceras...

me gustó :)

musa

Anónimo dijo...

Menos mal que llegó a tiempo y que se dio cuenta de que la bolsa estaba rota.

Un saludo.

elruffa dijo...

Él deposita demasiado en ese pecesito que seguramente quería morir antes que verse reflejado en su amo.

deu