Es de noche y el payaso entra con sigilo a la mansión. Mientras camina lamenta haber traído esos zapatones. Un salón descomunal, un hogar en el que bien puede dormir una persona y muchos cuadros. Arriba del hogar, orgulloso descansa el cuadro de la familia: el duque de Von Rocambouche deja laxa su mano autoritaria sobre el hombro de la condesa. Un gesto noble se compone entre el bigote prolijo y la mirada de cazador. Luego se acerca, trepa por el hogar y llega hasta la mismísima condesa. Sube un poco más y escruta el rostro enroquecido del duque. Oye ruidos a lo lejos. Entonces se apresura y le pinta una gran nariz roja. Rápido baja y observa el nuevo cuadro a cierta distancia. Ya en la calle, el payaso suspira de alivio, se pinta una nueva lágrima y sonríe.
julio 17, 2008
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5 comentarios:
luego se juntó a tomar algunas copas con el payasito Banksy, su colega...
Dicen, sí, pero quizá eso lo sepamos en la próxima entrega de... El Subverpayaso (era una guerra, che).
Está muy bien esta historia... me gusta ¿sigue otra y otra y otra...?
Es un payaso justiciero de causas perdidas (ya era hora!)
;)
besos
musa
Che, qué lindo, tiene final feliz, el payaso sonríe... qué lindo, Rocambouche, qué lindo, sonrisas, felicidad, qué lindo, Rocambouche, qué lindo...
si la subversión no da felicidad, entonces para qué , no?
el arte también es una guerra, la guerra un arte, ya lo dijo Von Klausewitz..
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