Luego de tanto errar con los sentimientos intuyó que este nuevo final había sido inevitable, pero tranquilo, sano. Unos años después, se encontraron en aquél sitio y hablaron de trivialidades, recordaron anécdotas graciosas, se rieron. “Te alcanzo con la moto”, dijo él. Cuando se acomodó sintió un ardor en la pantorrilla y reprimió el grito. “Hay que tener cuidado con el escape”, exclamó él sobre el ruido del motor. Ya en su casa miró su pierna y suspiró. Qué cabrón, pensó, tenías que dejarme alguna marca.
junio 30, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Gracias, V, para vos, claro... ¿cachai?
Me gusta mucho, y gracias, para mí es muy importante que me tengas en cuenta.
Victor, de José León Suárez.
PD: ¿ya vendiste la moto?
Me parece que con Victor estamos de más... tá bien, nos vamos.
Venís Victor? me voy al bar a tomar una caña... No, soy muy desmemoriada, no me acuerdo mi número de teléfono... Que NO! no seas pesado, che ('ta madre, tenías razón, Z...)
:)
me gustó tu texto
Victor está de más, musa, pero usted no... el cuento, como siempre, es de todos, con la salvedad de que la idea no es mía sino de nuestra querida V.
Pero ¿vendiste la moto o no? Mirá que yo todavía tengo mi casco.
Victor, de José León Suárez
uh lo peor es que no es una idea mía, sino un episodio.
ay
gracias Urs.. yo nunca lo iba a escribir... ya te fijaste lo fea que me quedó la marca?
Publicar un comentario