enero 09, 2009

El mismo

Terminó de secarse el pelo y salió del baño procurando ordenar su cabeza dormida. Dejar a los chicos en el colegio pero en el polideportivo, llamar a los japoneses, programar la próxima reunión y los planes de negocio para todo el mes. Su esposa pasó corriendo a su lado. Antes de perderla irremediablemente en el baño alcanzó a preguntarle qué traje le convenía ponerse. El azul te queda muy lindo, amor, escuchó casi como un eco que se perdía entre los azulejos y el ruido del agua. Contratar a un nuevo comercial, terminar el balance de enero. En su dormitorio y al pie de la cama, la esposa ya le había dejado los zapatos negros que brillaban sobre la alfombra beige. Despacio y con gesto automático abrió el ropero. Dentro, vestidos con sus trajes y colgados de las perchas, una gran cantidad de hombres parecían dormir. Tuvo pánico, cerro los ojos y permaneció varios segundos tieso, de pie frente al ropero sin saber qué hacer. Abrió los ojos y allí estaban. Todos eran tan parecidos, tan idénticos... Su esposa salió del baño preguntando si ya se había vestido. Rápido, mi amor, que los nenes tienen que ir al cole. Sin saber por qué entró al ropero y en seguida vio que el de traje azul se despertaba, salía y cerraba las puertas. En la oscuridad, colgado de la percha y a punto de dormirse, todavía tuvo tiempo de escuchar cómo el otro besaba a su esposa y le decía que hoy, lo intuía, iba a tener un día formidable.